El adiós a Edelmira Massa Zapata, la guardiana de las tradicionales populares en Colombia
La coreógrafa, maestra en danza y pintora, directora general de El Palenque de Delia, e hija de la maestra Delia Zapata Olivella, falleció este viernes. Deja un gran legado en las culturas populares colombianas.
Edelmira Massa Zapata, coreógrafa, maestra en danza, pintora e investigadora siempre supo que había nacido para investigar, rescatar y difundir las danzas y las tradiciones populares de Colombia. “Yo fui criada para esto, nací para esto, me gusta hacer esto. Para mi lo más natural es indagar sobre todas las cosas de nuestra cultura”, había dicho hace tres meses cuando fue invitada a un capítulo de Pazcíficas, el podcast del Ministerio de las Culturas, las Artes y los Saberes.
Hija de la maestra Delia Zapata Olivella, sobrina del escritor Manuel Zapata Olivella y nieta del viejo Zapata -su gran ídolo-, creció en un hogar y una familia en la que aprendió a valorar y a entender la diversidad. Una infancia que, según contaba, marcó toda su vida: “mi abuela era del resguardo zenú, tenía bisabuelos españoles, mi abuelo era negro y tenía tías abuelas de origen africano que habían sido esclavizadas. Y todos estábamos en la casa y allá transitaban las costumbres de indios, de negros y de europeos como la cosa más natural”.
Su mamá, bailarina, cultora y profesora, recorrió Colombia (y el mundo) llevando los bailes populares de las costas Pacífica y Atlántica, un trabajo para el cual investigaba la tradición oral popular, las costumbres, el vestuario, la música y las historias de las diferentes comunidades. Junto con ella, Edelmira no solo viajó por el país, sino que también aprendió geografía y empezó a “distinguir en las personas los pensamientos y las emociones” y a “absorber el entorno con los olores, las comidas, las costumbres”.
No en vano su tío, Manuel Zapata, la describió así a comienzos de los años 2000: “ha bailado en los escenarios antes de nacer. Aprendió el ritmo de los tambores antes de caminar. Desde la infancia ha vivenciado los usos y costumbres de las gentes de Colombia viajando con los equipos de investigación de su madre”.
Fue cuestión de tiempo para que decidiera seguir sus pasos. Y no solo lo hizo, sino que los perfeccionó. Fue su heredera y mantuvo su legado. No solo como directora de la Fundación Instituto Folclórico Colombiano Delia Zapata Olivella y del grupo de danza El Palenque de Delia, sino como la gran defensora y promotora del folclor, la danza y las tradiciones populares colombianas. De las manos de Edelmira, por ejemplo, nació el libro Manual de Danzas Folclóricas de la Costa Atlántica de Colombia, que recoge y sistematiza las investigaciones hechas por su mamá y por ella durante “más de medio siglo de incesante búsqueda de las huellas de los ancestros amerindio, hispano y africano”.
Desde 1971, además, se dedicó a enseñar las danzas siguiendo la metodología creada por su madre. Siempre dijo que ese era su verdadero don: “la pasión principal mía es la pedagogía, la enseñanza. A mí me encanta enseñar”. Por eso, por sus manos pasaron cientos de estudiantes que la empezaron a llamar maestra -tal como ella había llamado a Delia Zapata- y que aprendieron de ella el movimiento, los orígenes y las tradiciones.
Edelmira no se quedó quieta. Viajó por el mundo y estudió. Obtuvo el título de maestra en bellas artes de la Universidad Nacional de Colombia y de maestra en danza con énfasis en los procesos comunitarios. Sus montajes, sus investigaciones, sus procesos de ensañanza tenían una cosa en común, mostrar lo qué es la cultura colombiana y su origen: “El trabajo que yo hago tiene que ver necesariamente con el origen. Y estudiar el origen implica tener una visión muy clara de todo lo que son las culturas originarias”, decía.
Por eso, los montajes que dirigió eran verdaderos encuentros entre la danza, la música, el teatro, las tradiciones populares e incluso las artes plásticas. Una manera en la que promovía la riqueza de la cultura colombiana. “Con Manuel y con Delia aprendí mucho de transitar esta que es mi tierra -dijo hace tres meses en Pazcíficas-. Y yo trato como ellos de contribuir con lo poco que pueda a que seamos lo que somos, pero más felices cada día”.
Y eso siguió haciendo hasta el final de su vida. Ahora, con su partida, deja un vacío inmenso en la cultura colombianas.