MARIA MULATA, LA VOZ QUE RELATA LAS TRADICIONES SONORAS DE COLOMBIA.
Creció en medio de los cantos andinos, el sonido del tiple y de una tradición musical inculcada desde muy pequeña por su familia, en un ambiente en el que se cantaban desde pasillos y bambucos, hasta cumbias, porros y paseos vallenatos. Desde niña inició su formación artística en Tunja, lugar en el que aprendió desde lo académico las bases que, posteriormente, la llevarían a estudiar música con énfasis en canto lírico en la Universidad Javeriana.
No obstante, su inquietud artística la llevó por un viaje hacia la investigación de los aportes de los descendientes africanos a la cultura del país, aprendiendo de grandes maestros y maestras de la tradición afrocolombiana. Tras internarse en las entrañas mismas del alma negra de Colombia, decidió convertirse en cantaora tomando su nombre de una de las aves emblemáticas de la Costa Caribe, empezando así a ser conocida en los escenarios como María Mulata.
En el 2004 inició su carrera como solista. Desde entonces, su trabajo ha sido reconocido tanto nacional como internacionalmente en diferentes eventos y festivales. En 2007 apareció mediáticamente en el panorama musical tras haber ganado la Gaviota de platino en Viña del Mar. También fue nominada en dos ocasiones al Grammy Latino.
Conozca la historia de Diana Hernández, conocida artísticamente como María Mulata, quien conversó con el Teatro Colón sobre su carrera musical y acerca de la diversidad musical de Colombia.
¿Cómo es crecer en medio de una familia de artistas?
Mi papá era muy melómano, recuerdo las levantadas a las cinco de la mañana con la Sinfonía Pastoral de Beethoven y con el Bolero de Ravel. Después de ir al colegio salíamos para la escuela de música y en la casa mi papá siempre estaba tocando el tiple. Por su parte mis abuelas también cantaban e incluso, hay una foto de mi bisabuela con una bandola.
Toda mi familia era de un acervo cultural muy tradicional pero de una forma más cotidiana. En las tertulias familiares se cantaba, por ejemplo. Además, mis papás se conocieron cantando y él le llevaba serenatas a mi mamá con música de Diomedes Díaz.
¿Cómo fue la crisis de carrera que vivió cuando estudiaba en la Universidad Javeriana?
Yo entré a la universidad en un punto en el que había ganado el Mono Nuñez, que, en lo que yo conocía que era la música andina, era el premio máximo. La gran incógnita era ¿y ahora qué sigue? En la universidad me fui por el canto lírico, algo que me apasionaba pero que yo sabía que por ahí no era el camino.
Siempre he creído que hay mucha tela por cortar en Colombia, en su momento solo conocía una región y me parecía bonito descubrir el resto del país a través de la música. Es por eso, que en un momento traté de presentar mi investigación sobre el bullerengue como parte del proyecto de grado. Claro, era algo descabellado, pues no lo iban a aceptar porque mi carrera era con canto lírico.
Mis profesores y la gente de la Javeriana decían que por culpa de lo popular yo no estaba tan comprometida con lo lírico. Ahí empecé a pensar “¿qué estoy haciendo?, voy a dejar esto”. Aplacé semestre y me encontré con el bullerengue, lo que me ayudó a reconciliarme con lo académico.
Si pudiera volver unos años atrás, ¿qué le diría María Mulata, una artista consolidada, a esa joven Diana Hernández que estaba en medio de su crisis de carrera?
Confía en ti misma, pues justamente eso de no saber por dónde coger es hasta bueno porque te hace seguir buscando. Cuando tienes esa confusión vas por buen camino. Buscas hasta que encuentras tu lugar.
Lo que siempre me frenó en su momento fue la confianza en mí misma, pero eso era parte de mi proceso de aprendizaje. Los hombres son más seguros, creo que la cultura y la educación les enseña desde muy chiquitos a sentirse así. Nosotras siempre estamos pensando “¿Será que sí?” o “¿será que no?” y eso nos impide hacer muchas otras cosas.
¿Cómo es el proceso creativo detrás de María Mulata?
En una primera etapa era muy importante la investigación, porque iba a abordar músicas ajenas a mí, geográficamente, músicas que si bien las había escuchado por mi familia, jamás había tenido un encuentro tan cercano como sí lo hice después. Eran discos muy antropológicos, pero necesarios.
Después surgieron algunas polémicas porque yo como blanca cachaca estaba cantando música del Caribe, de afrodescendientes, de alguna manera, sentían que yo estaba usurpando el lugar de las cantadoras. Luego entendí que era una problemática social bastante fuerte, lo veían como si me estuviera enriqueciendo con el folclor ajeno, aunque esto no era así. El folclor hace parte de nuestra identidad. Debemos sentirnos orgullosos de estar en un país tan diverso cultural y musicalmente
En estos últimos dos discos ya muestro más lo que hay dentro de mí al momento de abordar los sentimientos. Es el lado más musical y sensible de Diana Hernández. Siempre he sido muy curiosa y me gusta experimentar. Me gusta hacer como retazos de canciones, por ejemplo, Buenas Noches es una canción sefardita tradicional cuyo elemento de unión fue haber conocido una copla de Abraham Zacarías López, un poeta sefardita que se radicó en Barranquilla en el siglo XX
¿Cómo fue ese debut artístico como María Mulata en el Teatro Colón?
Cuando llegó la invitación a Viña del Mar la directora del Teatro era Amalia de Pombo. Le conté mi deseo de hacer una despedida antes de irme y me abrió las puertas. Recuerdo que hubo una nota en El Tiempo y eso se llenó, era entrada libre y se quedó público por fuera del Teatro.
Fue muy lindo porque la gente estaba entusiasmada con mi participación en Viña. Canté todo mi repertorio del momento y fue como un augurio de éxito.
Más allá de la alegría obvia por recibir premios y reconocimientos, ¿qué representó el haber ganado en Viña del Mar y las nominaciones al Grammy?
He visto que la gente cuando gana premios lo primero que hace es exaltar el orgullo, pues es reconocimiento y les gusta eso. Cuando me han llegado esas noticias siempre ha sido muy especial y lo primero que hago es llorar, porque empiezo a recapitular todo lo que ha sido el haber llegado hasta allí.
Para mí significa decir “estoy haciendo las cosas bien y todo este sacrificio valió la pena”. Muchas veces sientes que vas contra la corriente, pero cuando llegan estos reconocimientos empiezo a recapitular esas anécdotas, pensar que ese era el camino y dar gracias por eso. Uno no trabaja por los premios, pero ayudan muchísimo porque abren oportunidades nuevas, es el impulso para seguir avanzando.
¿En qué proyectos está trabajando?
En este año me replanteé varias cosas en mi vida. Me llamaba la atención la parte pedagógica y desde hace mucho tiempo tenía un proyecto represado llamado Colcha de retazos, el cual busca difundir en los niños la música colombiana.
Son canciones que hablan sobre los mitos, leyendas, la fauna y la flora, entre otros temas. La idea es llevar desde la música un mensaje para que los niños empiecen a apreciar la variedad que hay en nuestra Colombia y para reconocernos diferentes pero unidos por un mismo hilo. Será lanzada el 10 de diciembre en un concierto virtual.
Un mensaje para los artistas en estos tiempos de pandemia…
Todo pasa y hay que aprender de cada suceso nos hace reinventarnos. La música no puede parar, así no haya conciertos, tú imaginación está ahí y hay que aprovechar este tiempo para crear cosas nuevas.
Debes ser muy honesto con lo que realmente quieres hacer. No estar muy pendiente de yo hago esto porque quiero ser famoso o porque pegue en la radio, cuando piensas en eso el
camino se hace más difícil. Si estás alineado con tu concepto musical el éxito llegará por añadidura.
Conéctate aquí al concierto ‘Conjuro’ de María Mulata