"NUESTRA Música NO DEBE TENER NI COLORES NI ESTRATOS SOCIALES", VIVIANO TORRES.
En el primer pueblo libre de América, San Basilio de Palenque, nació un género musical que se ha convertido en una de las principales herramientas de expresión artística del Caribe colombiano: la champeta, surgida de la fusión de ritmos africanos y caribeños, como la chalupa y el sukus.
Así fue que, en medio del sonido de los parlantes de los picós y la alegría de los barrios populares de Cartagena, miles de jóvenes encontraron en esta música una vía para expresar su voz, una voz que había sido callada por muchos años y que era ignorada por las élites y las grandes compañías discográficas.
Viviano Torres, Charles King y Louis Torres, pioneros de la champeta en Colombia, han dedicado su vida a difundir sus raíces palenqueras y sus tradiciones musicales, a través de la champeta. “Queremos dejar un legado para nuestros hijos y nietos, un legado que hable de lo maravillosa que es la cultura para transformar vidas. La champeta ha salvado a las personas que tú quieras, se ha convertido en un algo de resocialización, una plataforma para proyectos de vida”, expresa Viviano Torres.
El Teatro Colón conversó con dos de los integrantes de la agrupación Los reyes de la champeta, quienes hablaron sobre su carrera musical, sus inicios como pioneros de este género y la importancia social que tiene esta música en los pueblos del Caribe.
Viviano Torres, la voz pionera de la champeta en Colombia
-¿Cómo se dio cuenta que la música era lo suyo?
Mi inclinación por la música se dio desde temprana edad, inicié en un grupo llamado Son Palenque en Cartagena, a donde llegué a los doce años. Ahí empecé a trabajar con deseo de superación, porque mis padres no tenían los recursos para pagarme la formación académica que quería.
Yo decidí venir a Cartagena a cargar canastas en el mercado donde hoy está el Centro de convenciones. Estudiaba de noche mi bachillerato, donde empecé a incursionar en el baile y los coros. Posteriormente, en 1982 participé como bailarín en la segunda versión del Festival de música del Caribe, me presenté con Charles King que también era bailarín. Gracias a ese festival me otorgaron una beca para estudiar bellas artes.
– ¿Qué recuerda de su etapa universitaria donde se privilegiaba la formación clásica?
En la institución querían que yo cantara salsa o algo tropical. “La música que tú quieres hacer no es comercial, estás emulando para tocar en los barrios con los picó”, decían. Sin embargo yo pensaba, “es verdad, no es viable. Por ahora”.
Fui un revoltoso por decirlo de algún modo. Yo decía que todo lo que se hacía allí estaba basado solo en las obras de Beethoven y Mozart; “a ellos solo los conocen entre los estudiantes” peleaba cuando joven. Entonces, los profesores me argumentaban que la música popular era pobre musicalmente hablando, y aunque al principio me tragué ese cuento, cuando Willie Colón sacó Gitana pude observar la riqueza musical que ahí había.
Entonces empecé a molestar y en el encuentro de cierre que se hacía todos los años aceptaron que tocara esa canción. Pero, ocurrió que el que hacía la voz principal no tenía mucho interés, me molesté y dije “esa canción hasta yo la hago que no soy cantante”. La directora de voz me escuchó y me dijo “eso no es excusa, si tú hablas puedes cantar”. Ahí se prendió el mechero para comenzar con el canto, algo que antes no hacía.
– ¿Cómo fueron los inicios con la champeta?
Fue difícil pero estaba convencido que iba a sacar esto adelante. En el 85 me presento como Ane Swing en el Festival de música del Caribe y tuvimos una buena acogida, lo que motivó a los músicos a seguir este camino. Sin embargo, como ninguna disquera nos quería apoyar, empezamos a guardar la plata que ganábamos para sacar nuestra primera grabación; lo malo es que se acabó la plata con solo la voz guía.
Luego conocí a Moisés de la Cruz, cazatalentos para América de una compañía de discos. En primera instancia no creía mucho pero igual mandó la propuesta. A los quince días nos aprobaron el producto aunque la compañía decía que el término champeta era muy fuerte y que mejor vendiéramos eso por el baile de la terapia; así se lanzó al mundo. Empezamos a salir por el país y a viajar al exterior, pero siempre me tocaba aclarar que la música no era terapia, su nombre era champeta.
– ¿Cuáles fueron los principales obstáculos al momento de iniciar con este género?
El principal fue la discriminación, nos querían mandar a los sectores marginales, pero al ver cómo nuestra presentación fue un éxito en el Festival de música del Caribe, se despertó esa mirada que hay en algún sector del país en la que decían que “esa música era para negros y gente de baja ralea”. Iniciaron una competencia para evitar que, supuestamente, contagiáramos a Colombia con una música nociva. No nos bajaban de ahí.
Para combatir eso empezamos a montar canciones en inglés de Bob Marley, UB40, entre otras, y así nos fuimos metiendo en sitios en donde en principio no nos querían.
Charles King: El palenquero fino
– ¿Cómo inició en el mundo musical?
Me crié escuchando los rituales de Lumbalú en cada sepelio. Además, desde pequeño ya tenía afinidad por la música, pues llegué a componer canciones en mi niñez. Después, como adolescente llegué a Cartagena siguiendo ese sueño del palenquero de ser un boxeador, aunque soy uno frustrado (risas).
Allí conocí a un par de personajes muy amigos como Viviano Torres, quien hacía parte de Son Palenque y quien me llevó como bailarín cuando yo tenía 16 o 17 años. Para 1984 decidimos armar Anne Swing y luego con Louis Towers formamos Casta. En 1997 empecé a grabar como solista.
– ¿Qué recuerda de su niñez en Palenque?
En tiempos de invierno recuerdo un pueblo muy verde y lleno de arroyuelos para pescar, lo cual yo disfrutaba mucho. Sin embargo, no tuve la oportunidad de estudiar dentro del Palenque porque me cuidaban mi abuelastro y mi abuela, quienes me brindaron un amor inmenso y me enseñaron a vivir de una manera sana.
Mi niñez fue muy chévere porque era encontrarse con un sin fin de culturas y de cosas interesantes. Me gustaba la pesca, jugaba con los niños y nos divertíamos con toda la cultura. Siempre rodeado de música.
¿Por qué elegir el camino de la champeta y no irse por otro género musical?
Crecimos dentro de la música autóctona de Palenque, una música que tenía una correlación muy cercana con los ritmos del Caribe y los ritmos africanos que se asentaron en Cartagena y Barranquilla.
Desde que empecé a escuchar estos ritmos con el picó me identifiqué más con esa música, escuchando el afrobeat y el highlife, que fueron los patrones que sirvieron para lo que hacemos hoy. Para mí eran una redención, una manera de regresar a África a través de los sonidos. Una manera para encontrarme conmigo mismo y disfrutar con los sonidos africanos que realmente me identificaban.
– ¿Cómo fue iniciar en los ochenta con un género musical que aún no era reconocido?
Muy difícil porque no habían disqueras que nos dieran la oportunidad de mostrarnos, por ejemplo, nuestro primer trabajo discográfico lo hicimos de forma independiente, pues los conciertos en los que tocábamos los hacíamos más para recaudar fondos. También en su momento contamos con un agravante, pues como la mitad de los músicos no eran palenqueros no se identificaban con lo que estábamos haciendo.
Nuestro altavoz eran los picós pero no los medios de comunicación, lo que hacía más difícil el camino; incluso, en algunos espacios nos cerraban las puertas. Todo esto hasta que una multinacional decidió apostar con nosotros bajo la figura de regalías y con un baile de la época llamado terapia, empezamos a difundir el proyecto llegando a vender unas treinta mil copias del proyecto Anne Swing.
– Hablemos de la importancia social de la champeta… el arte de retratar la cotidianidad:
La champeta es una música de inclusión social, que ha servido de plataforma para reactivar la imaginación creativa de los jóvenes que no tenían esperanza, jóvenes que quizás en otro ámbito no hubieran tenido la oportunidad. Incluso sirvió también como escape a muchos artistas que estaban en malos caminos.
Mi proceso de composición se basa en retratar lo que veo dentro de la sociedad. Es hacer música con conciencia social que toque las fibras humanas, busco que la gente tenga un despertar y piense en sus derechos.
-¿En qué momento decidieron unirse los reyes de la champeta?
Es una iniciativa que nace de acuerdo a lo que se ve en la actualidad musical y que nació por por iniciativa de nuestro manager Juan Correa, teniendo en cuenta el poder musical que hemos manejado. La idea es reactivar la identidad musical de la champeta, pues algunos caminos de la misma han sido desviados por una nueva generación de artistas, que hacen una especie de subgénero utilizando la influencia pero sin mantener la identidad de este género musical.
Desde ese orden de ideas, Los Reyes cumplen un papel importante porque buscan reactivar el concepto musical que representa este género.