En el momento en el que Edmar Castañeda se concentró y fijó su mirada en el arpa, las 34 cuerdas del instrumento empezaron a vibrar al ritmo sus dedos, en una mezcla de jazz y joropo, que dio paso a un repertorio de seis canciones, en la que los espectadores de las redes del Teatro Colón y la Revista Arcadia, disfrutaron de un concierto virtual el pasado viernes 31 de julio.

A la fecha, su presentación ha tenido más de seis mil reproducciones en las distintas redes sociales del escenario. Durante un poco más de media hora, el bogotano interpretó temas como Jesús de Nazareth, For Jaco, Mi quitapesares, que cantó en compañía de su esposa Andrea y Canción con todos.  

El broche de oro se dio con la presentación de Parajillo, una canción en la que se involucró a toda su familia, incluidos sus hijos Samir, quien marcó el ritmo con las maracas y Zeudi, encargada de relevar a su padre en el arpa.

Antes del evento, Edmar se conectó para conversar la periodista musical Luisa Piñeros, en donde habló sobre su trayectoria musical y explicó un poco de cómo es su vida en New York (Estados Unidos), ciudad a la que llegó en 1994.

Si desea conocer más sobre este artista bogotano pero se perdió la entrevista del viernes, acá le dejamos esta nota.

¿Cómo llegó a Estados Unidos? ¿Por qué tomar rumbo hacia el norte?

Mi padre fue quien realmente decidió viajar a New York para buscar un mejor futuro para nosotros. Llegamos en el año 94 junto con mi hermana, a esta selva como le decimos algunos músicos. A sobrevivir y a gozar.

¿Cuente un poco más sobre el instrumento y su vínculo con el arpa?

Yo conocí el arpa a los siete años en una academia de joropo en Bogotá. Mi madre me llevó a aprender a bailar junto con mi hermana y cuando vi el arpa dije “wow, nací para tocar eso”. A los trece años pude tener un arpa por una tía y empecé con el joropo, maracas y el cuatro.

A los 16 llegué a New York con mi padre y escuché jazz por primera vez en mi vida. Quedé encantado con ese sonido y empecé a relacionarlo con el joropo porque ahí también se improvisa mucho. Se me conectaron esas dos influencias y pensé “¿cómo puedo mezclar lo que estoy viviendo acá con mi raíz colombiana”. Ahí nació el romper esquemas con este instrumento que es folclórico pero que también puede pararse al lado de cualquier músico y cualquier música.

¿Qué recuerdo tiene de esa primera jornada estelar en la que se subió a un escenario en New York?

Bueno hay muchos momentos, pero en los que tuve la oportunidad de compartir con otros músicos son especiales. Me acuerdo cuando conocí a Paquito D’ Rivera, él me invitó a su casa, fui con mi arpa y resultó ser una fiesta de flautistas, estaba Johnny Pacheco por ejemplo.

Como a la semana Paquito me dice “¿quieres tocar conmigo en Beacon Theatre?”, era el concierto de lanzamiento de la película Calle 54, para mí fue un empujón y una inspiración poder tocar con este grupo tan grande de la escena del jazz y por supuesto, con Paquito que es un gran mentor para mí.

Me causa curiosidad las manos de las personas que tocan el arpa. ¿Cómo están sus uñas para el concierto?

Yo utilizo uñas en la mano derecha y solo en cuatro dedos, pero en la izquierda no utilizo. Los tradicionales usan las uñas en las dos manos mientras que en el arpa clásica no se utilizan uñas. El uso de las uñas es algo sudamericano, para mejor sonido o ejecución del instrumento. Yo voy con mi esposa a hacerme las uñas (risas).

¿Cuántas cuerdas tiene un arpa?

Tradicionalmente el arpa llanera tiene 32, yo le agregué dos más. Entonces la mía tiene 34 cuerdas de nailon.

Sus conciertos muestran una fusión de jazz en donde lo latinoamericano está muy presente. ¿Qué significa para usted ser colombiano? ¿Cómo están viendo nuestra música desde afuera?

Para mí es una alegría llegar a cualquier parte del mundo y decir “soy colombiano”. Además porque toco un instrumento que casi nadie conoce, el arpa, es como llevar una identidad de mi país al mundo entero. Creo que es algo que necesitamos hacer todos los colombianos, creer, sacar y compartir toda la riqueza que tenemos en Colombia. A veces está muy escondida. Es una bendición para mí ser colombiano.