YEISON LANDERO CUMBIA DESDE EL CORAZÓN DE LOS MONTES DE MARÍA.
Decir que nació con un acordeón bajo del hombro sería exagerado si no se tratara de Yeison Landero, un músico sanjacintero que creció en medio del verde de los Montes de María y de la tradición cultural de una tierra que vio nacer a grandes exponentes del folclor colombiano.
Desde niño se acostumbró a recibir las visitas de artistas como Calixto Ochoa y Lizandro Meza, quienes iban hasta su casa para encontrarse con su abuelo Andrés Landero, el hijo pródigo de este pueblo de Bolívar y referente principal en la vida de Yeison, conocido como el Rey de la cumbia y denominado el Rey Vitalicio del Festival de la Leyenda Vallenata.
En medio de un concierto de su abuelo, a los diez años pisó por primera vez un escenario junto a Jennifer, su hermana. Desde entonces, no ha dejado de buscar la inspiración en su legado familiar, hasta consolidarse como uno de los artistas de folclor con mayor proyección del país.
Estudió música en la Universidad de Bellas Artes de Bolívar y Derecho en la Universidad de Cartagena. Ha compartido escenario con grandes representantes del género tropical y vallenato, como los Gaiteros de San Jacinto, Alfredo Gutiérrez, Aníbal Velásquez, Poncho Zuleta y Peter Manjarrés, entre otros. También colaboró con artistas de la talla de Café Tacuba, Celso Piña, la Orquesta Sinfónica de Baja California y el Ensamble Orquesta Taji.
Yeison, apodado el Heredero de la cumbia, habló con el Teatro Colón sobre la tradición del apellido Landero, la importancia que tiene su abuela en su vida, la influencia de su madre, y, por supuesto, de su carrera artística.
¿Cómo inició en el mundo musical?
Tuve la oportunidad de crecer en un ambiente musical en el corazón de los Montes de María, un lugar en donde se respira cultura y en el que hay grandes exponentes de la tradición colombiana como los Gaiteros de San Jacinto y mi abuelo, Andrés Landero, el Rey de la Cumbia.
El nacer en un ambiente en el que mi abuelo ya tenía un reconocimiento nacional e internacional, me dio la oportunidad de enamorarme de la música al compartir con él. Tuve la dicha de empezar a instruirme en la música tradicional sanjacintera a su lado.
Por ejemplo, cuando yo me mudé San Juan Nepomuceno, mi abuelo se transportaba media hora en carro desde San Jacinto, solo para enseñarme acordeón antes de que me fuera al colegio. Yo entraba a las 7:00 a.m., pero a las 6:00 a.m. debía estar listo para irme. Imagínate a qué hora se despertaba él para venir hasta mi casa a enseñarme.
Además de la música, ¿qué recuerdos tiene de su abuelo durante su niñez?
Era una persona que siempre tenía un detalle para sus nietos. Llegaba así sea con un dulce y me preguntaba “¿ya ensayaste?”. Como mi abuelo aprendió a tocar el acordeón solo mirando a su primo, el juglar Pacho Rada, él se iba para el monte a aprender a solo. Un día me compró una grabadora y me dijo “usted tiene que aprender a sacar la música por su cuenta”. Yo practicaba y luego él me corregía unas cosas. Era un interés mutuo, tanto de él por enseñarme como mío por aprender.
¿Cómo fueron los inicios en tarima a los diez años?
A mi hermana Jennifer también le gustaba la música, ella cantaba y yo tocaba el acordeón. Mi abuelo nos puso el nombre de los nietos de Andrés Landero, y, aunque solo tocábamos dos o tres canciones, eso me abrió el camino a querer seguir en la música, pues esa sensación de alegría que sentía de niño se fue quedando en el corazón.
¿Y qué recuerda de esa presentación?
Como era un público que quería mucho a mi abuelo todos decían “qué bueno que Landero ya está dejando una semilla”. Él se sentía muy orgulloso de eso. Recuerdo que mi abuela siempre le decía “llévate al niño a tocar”. Yo me vestía para que me llevara, pero él contestaba “no me lo puedo llevar para allá porque se queda dormido y luego nosotros vamos a estar preocupados tocando”.
Él me llevaba a eventos cuando estaba alguien más de la familia que pudiera cuidarme. Pero hubo uno especial en Cartagena, cuando fui por primera vez solo con él. En teoría yo iba solo a acompañarlo, pero luego me llamó a tarima de sorpresa: “quiero presentarles a un nieto”, dijo. Cuando salí me dejó tocar una canción. Después de eso yo estaba lo más de contento contándole el cuento a mi abuela.
¿Pesa llevar el apellido Landero?
La verdad uno de niño no dimensiona esas cosas, solo disfruta lo que vive. Cuando declararon a mi abuelo Rey Vitalicio del Festival de la Leyenda Vallenata a él le preguntaban “¿usted a quién está dejando de legado?”. Él decía “acá está mi muchacho pequeño” y me ponía a tocar.
De un tiempo para acá es cuando uno va dimensionando el cariño de la gente hacia mi abuelo y su legado. He viajado a países como México, Estados Unidos, Francia, España, entre otros y en cada lugar uno encuentra a alguien que conoce a mi abuelo. Pero bueno, Dios lo quiso así y a ese apellido Landero cada día le damos más valor. Aunque también es una responsabilidad.
¿Cómo es crecer en medio de figuras del folclor como Calixto Ochoa, Lisandro Meza y por supuesto, Andrés Landero?
El valor que le doy a eso es inmenso porque yo era un niño inquieto que se maravillaba viendo a esos personajes. Aunque en esa época se acostumbraba a que los niños no podían estar donde los mayores, él me dejaba escuchar sus cuentos y todos eran muy alegres. Cuando recuerdo esas parrandas se me eriza la piel, y ahora que estoy grande quisiera ser uno de esos grandes maestros.
¿Por qué estudió derecho?
Yo me voy a Cartagena y decido lanzarme al consejo directivo de la Facultad de Bellas Artes. Ahí me hice muy amigo de la abogada en turno de esa época, y gracias a eso me enamoré de la forma en la que se puede ayudar a la gente con esa carrera. Le conté a mi mamá y me apoyó. Me presenté a la Universidad de Cartagena, pasé, me gradué e incluso trabajé como abogado en Montería. Pero como dicen por ahí “no se le puede ser fiel a dos amos”, entonces me fui por la música.
Además de su abuelo, usted tuvo dos figuras fundamentales en su vida: su mamá y su abuela…
A mi gran madre, la abuela Lastenia, mi abuelo la conoció en una parranda y se flecharon ese mismo día. Ella fue fundamental para él, porque comenzando, cuando mi abuelo se iba dos meses o tres meses al ruedo como artista, ella era la que ponía la cara mientras él volvía para pagar lo que se debía. Fue el apoyo más fuerte que tuvo mi abuelo, además, ella fue la que me motivó a iniciar con esto, le debo todo.
Hay una anécdota bonita con mi mamá Araceli. Ella era la enamorada de la música al inicio pero mi abuelo no dejaba que ninguno de sus hijos tocara sus acordeones. En esa época había barreras que afortunadamente ya rompimos, sobre todo de estigmatización, de que la mujer no podía tocar; hoy en día yo tengo amigas muy talentosas.
El caso es que mi abuelo le estaba enseñando a un señor que le llevaba ñame y yuca, que se había comprado un acordeón para llevarle serenata a una mujer, pero el tipo no era dado para la música. Un día cuando los miraba por la ventana mientras ensayaban mi mamá dijo “yo me sé eso”. Mi abuelo la regañó por interrumpir pero fue el señor el que lo convenció de que la dejara y cuando tocó el acordeón los dejó a todos sorprendidos.
¿Qué tan difícil es hacerse un nombre en la industria musical representando el folclor?
Es difícil. Seguir este legado musical en un mundo donde el comercio y la industria apuntan a algo diferente es complicado. Menos mal existen apoyos de entidades como Radio Nacional y el Teatro Colón que nos permite seguir difundiendo nuestra música.
Yo estoy en el proceso de conquistar nuevos corazones y de enamorar a las personas con una música tradicional, que expresa alegría y paz. Que lleva un mensaje de resistencia. No es fácil, es un reto para mí pero seguimos en la labor.
Su sonido mezcla la cumbia tradicional con elementos contemporáneos…
Esa fue justo una de las principales enseñanzas de mi abuelo, él decía “Yeison, tú debes crear tu estilo”. Además de una puesta en escena tradicional, yo incorporó el timbal o la gaita junto con instrumentos tradicionales de percusión y ritmos contemporáneos, como un Dj por ejemplo. ¿Qué busca Yeison Landero con esos sonidos? Quizás más alternativas para llegarle a otro público diferente, jóvenes a los que les podamos despertar el interés de saber qué es esto y de conocer de dónde viene.
¿En qué proyectos está trabajando?
Los invito todos a buscar el disco Landero Vive en plataformas digitales, que recoge éxitos de mi abuelo interpretados por mí, junto con cuatro canciones nuevas. Además, tuve la oportunidad de grabar con los Gaiteros de San Jacinto en su nuevo álbum donde se incluyó la canción Campesino cimarrón.
También estamos haciendo Cumbia en cuarentena, en el que lanzamos la canción Cuando lo negro sea bello del maestro Adolfo Pacheco, porque queremos dejarle un mensaje a la sociedad a través de la música. También hay tres canciones nuevas que se grabarán este año cuando Dios permita volver a estudios.