DIANA RODRÍGUEZ, LA VOZ FEMENINA DE LA MÚSICA LLANERA.
En medio de un género liderado principalmente por hombres, hay una voz femenina que resalta, se trata de Diana Isabel Rodríguez. Oriunda de Villavicencio, es quien se encarga de liderar los cantos, las letras y las puestas en escena de Palo Cruza’O, una agrupación bogotana creada en 1998, que desde su fundación se ha dedicado a promover la música llanera.
Empezó su carrera artística desde muy pequeña, siendo bailaora en los festivales de joropo. Sin embargo, debido al traslado de su papá a la capital, a sus 16 años empacó una maleta para dejar atrás su Meta natal y radicarse en Bogotá, una decisión que sin saberlo, sería el inicio de una gran trayectoria.
Tras unirse a un grupo de joropo de mujeres decidió dar el paso para comenzar a cantar, y, aunque sus inicios no fueron fáciles, poco a poco fue mostrando su talento en fiestas de quince años, eventos pequeños y restaurantes, lugares en los que buscaba oportunidades para crecer profesionalmente.
Fue justamente esa intuición la que le daría la fortaleza para no abandonar el canto y la llevaría a ser la primera villavicense en conquistar un Premio Grammy, galardón que obtuvo un 17 de diciembre de 2016 en Las Vegas, Estados Unidos.
El Teatro Colón conversó con Diana Isabel Rodríguez, quien recordó algunos de los acontecimientos más importantes de su vida personal y profesional.
¿Cómo inició su camino en el joropo?
Empecé como bailaora en Villavicencio, participando en las tarimas alternas del Festival Internacional de Joropo en los barrios. En mi ciudad también gané algunos otros festivales y aunque otros tantos los perdí, lo cierto es que los disfruté al máximo.
Luego, cuando ya llevaba unos años bailando y tras desplazarse a Bogotá, me encontré con unas chicas que tenían un grupo de música llanera femenina. Estaban buscando vocalista y me animé. En ese momento yo estaba en el Centro Cultural Llanero de la capital.
Empecé con el grupo en serenatas, todo muy de abajo, nada de escenarios ni tarimas grandes. Después nos empezaron a contratar afuera de la ciudad, pero con el pasar del tiempo ellas vieron que la música no era lo suyo y se fueron retirando. La única que se quedó profesionalmente fui yo.
¿Cómo le ayudó la música a superar su timidez?
Yo no hablaba nada, era supremamente tímida. Por ejemplo, recuerdo la primera serenata que tuve en una fiesta de quince años, en donde me ofrecieron tres tragos y se me olvidaron las canciones. No arrancaba y las arpistas me decían “Diana, hágale”. Pero, como yo era supremamente tímida, solo me temblaban las manos. Le tocó a la maraquera cantar; es decir, no hice nada.
Pero son experiencias que quedan y que sirven para crecer. Cuando ya empecé a hablar por micrófono fue un avance total, así fuera solo con tres palabras. Recuerdo que había personas que me decían “así como te escuchamos cantar también queremos oírte hablar”.
El público de los restaurantes de Bogotá fue uno de los primeros en escucharla cantar ¿Qué recuerda de esa época?
En la capital había pocos sitios de música llanera, pero uno de ellos eran los asaderos. Ahí empecé a pedir que me dejaran cantar al menos dos canciones, lo hacía por si quizás me escuchaban y me contrataban para algo más chévere.
Duré unos tres meses yendo y viniendo, tocando puertas hasta que me contrataron por primera vez. Lo curioso es que era solo por un sábado al mes, pero ya era algo, pensaba. Mi carrera inició en los festivales y luego en los asaderos.
¿Cómo superó la crisis de juventud en la que quería dejar el joropo?
Hubo un momento en el que yo le decía a mi mamá “¡ya no puedo más! ¿Esto para dónde me lleva?”. En ese momento ella me contestaba “Diana, ya lleva seis años en esto. ¿Los va a echar a la borda?” Yo sentía también cierto rechazo cuando no me dejaban presentarme y eso hacía que me preguntara “¿será que canto feo?”; todas esas cosas desmotivan.
Pero gracias a mi mamá no abandoné la música. También me acordé que por mi papá estoy en el joropo, pues él me compró un arpa, el cuatro y las maracas. Además, como dicen por ahí “el llano es muy lindo”, es una hermosura y todo eso me hizo seguir adelante. Diana Isabel sigue aquí porque está representando a su tierra.
Una figura fundamental en su carrera artística ha sido Ómar Fandiño, director de Palo Cruza’O. ¿Recuerda cómo se conocieron?
Lo conocí trabajando en un sitio llamado El motorista, que quedaba al frente de la Fiscalía; él era el maraquero del lugar. Empezamos a ser amigos y nos contábamos de todo; así durante catorce años hasta convertirnos en pareja.
Luego empezamos con Palo Cruza’O en las convocatorias del Distrito. Al principio no ganábamos nada, pero con el paso del tiempo empezamos a formar un gran equipo los dos. Me siento muy orgullosa de ver lo que hemos logrado. No fue fácil, muchas puertas se cerraron pero aquí seguimos.
¿Qué tan difícil fue consolidarse en un entorno como el de la música llanera, que tradicionalmente ha sido liderado por hombres?
No fue fácil porque en mis inicios siempre fui muy tímida. Entrar a un escenario donde los hombres mandaban la parada y en un ambiente machista pues era duro. Yo pensaba “a la de Dios y a cantar”. Cuando terminaba mi presentación ellos se acercaban y me decían “muy bonito pero le falta”; con ellos la cosa era difícil.
No aceptaban que a su terreno llegara una mujer, veían como si yo quisiera igualarlos y eso no es cierto. Por el contrario, así sea un género muy recio busco no perder la feminidad en ningún momento, porque si yo me dejo llevar de eso no voy a poder mostrar el joropo como la parte femenina, sino como algo que quiere igualarse a los hombres. Pero todo ha avanzado, acá en Colombia ya somos unas 80 cantaoras profesionales mal contadas, más las que vienen.
Es imposible no hablar del Grammy, junto con el Cholo Valderrama son los únicos artistas que han obtenido este galardón para la música llanera de Colombia…
Yo intento transmitir siempre el amor por mi joropo y digo así porque siempre lo he sentido mío. Quizás es porque precisamente no me ha tocado fácil, pero eso también es una gran satisfacción, es saber que el que persevera alcanza.
El Grammy es algo que nunca se buscó, en su momento solo se hizo un álbum para una de las tantas convocatorias a las que nos presentamos. Pero más allá de eso, cuando llegamos a la ceremonia fue impresionante. Recuerdo que el homenajeado era Marc Anthony, yo veía a esos artistas con una puesta en escena impecable y pensaba “Dios mío, estoy aquí”.
Aunque estábamos en una mesa al fondo yo me paré todo el tiempo mientras él se presentaba. Aún no puedo creer que hayamos estado en Las Vegas, fue algo mágico. Pero viendo eso, uno puede llegar a pensar que todavía nos falta mucho por recorrer, especialmente porque el joropo aún no es reconocido como música comercial.
¿Qué significa presentarse en el Teatro Colón?
Es la segunda vez que canto en el Teatro y parece la primera. Yo le decía a Ómar “nosotros otra vez acá, en este escenario supremamente hermoso”. El Colón tiene una majestuosidad que uno dice wow.
La primera vez que me paré en tarima me sentía chiquitica, recuerdo que cuando me tocó probar sonido miré punto por punto del Teatro y me acordé del momento en el que era bailaora de joropo. Me decía “no lo puedo creer, estoy en el Teatro Colón”, algo que para nosotros era imposible. Es una alegría inmensa, la magia del teatro te hace mover el corazón.
Conéctate aquí al concierto de Palo Cruza’o